La agente Cilla Hands nos invita a acompañarla en una misión delicada: escoltar al coro infantil de San Birkenhead durante su gira europea. Nuestra misión: proteger, vigilar y que no les falte Aquarius. Fácil, pensamos. Error.
A los 15 minutos de actuación, uno de ellos —con cara de haber visto cosas como el del sexto sentido— se nos acerca y dice: “Queremos pizza”.
Nos llevan a un restaurante donde la música está tan alta que si no tienes tapones, desarrollas superpoderes auditivos o dejás de escuchar para siempre como el agente Boss. Sospechamos que el dueño del lugar tiene acciones en GAES.
El garito es una cadena en Inglaterra tipo la Tagliatella en España, solo que queriendo ser mas cool y exclusivos, con raciones más pequeñas y precios de la Gran Bretaña, es decir, más altos que el interés que daba un banco en los 80.
Veo en carta una “Pizza Spagna”, con chorizo y queso azul. Callamos. Observamos. Escuchamos pero no juzgamos… tampoco pedimos…. no se debe hacer nada más ante tal afrenta
Hay hambre, las pizzas de queso para compartir desaparecen a los 4 segundos como la vergüenza de Leticia Sabater.
Luego caen los Spaguetti Frutti di Mare (23,50£), que vienen con marisco y trauma (por el escaso volumen), están buenos pero ese precio se merece más cantidad y alguna gamba extra.
Pizza Diavola (17£) que arde como tu primer amor de instituto.
Una Prosciutto Crudo al Tartufo (18£) que huele a trufa y a deuda.
Ringo pide un trozo de carne… se nota en su cara que lo está comparando con el chuletón de @cedros_zaragoza … Cantidad, calidad y precio… Habrá chocolatinas y sandwiches de pavo con salsa de dudoso origen, pero… cuanto se echa en falta el papeo patrio
Finalicemos con un rico tiramisú de ten pounds
Todo este desparrame alimentario regado con vino La Piuma, que suena a poesía pero duele como una multa…. dios santo lo de los vinos… qué precios!!
Todo está bueno pero todo es caro para el bolsillo de nuestra delegación, algo que ya sabíamos de otros viajes más allá del canal de la Mancha.
Pero los niños están felices, cantaban en inglés, ahora ya también en italiano y uno ha aprendido a hacer malabares con la mozzarella. Nos vamos en silencio. Misión cumplida. O casi.